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Fulminado
¡Vibras, rayo! La muerte va contigo;
tronchas el árbol y huye tu reflejo;
las aves lloran al frondoso amigo;
¿cómo no han de llorar al árbol viejo
que les dio sombra y bienestar y abrigo?
¡Salta el rayo en la nube! Alfanje de oro,
raja el ámbito negro y atraviesa
el abismo; desciende a la dehesa
y húndese en el testuz del viejo toro.
El huracán, terrible y altanero,
cierra sus fauces lúgubres; ya nada
se mueve. En el cenit brilla un lucero.
Y desde la llanura dilatada,
sube, como un reproche lastimero,
la gran lamentación de la vacada.
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