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A mi madre
Todavia el dolor ara en su frente;
se humedecen sus ojos todavia;
sus ojos, donde tambien el dia
radio como en las cumbres del oriente.
Huyen las tempestades de mi mente
cuando los dedos de su mano fria,
se hunden, temblando, en la melena mia
y amorosos la erizan blandamente.
Ella es el astro de mi noche eterna
su limpia luz, en mi interior, se expande
como el lampo de sol en la caverna.
Yo la adoro. La adoro sin medida,
con un amor como ninguno, grande:
grande a pesar de que me dio la vida.
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